31 julio 2019

Resumiendo

La discografía de Sabina está salpicada de canciones más o menos autobiográficas, en algunas se potencia el mito (Eh Sabina) y en otras lo intenta desmontar (Lo niego todo). Dentro de este género podemos encontrar aquellas en las que hace que su vida pase ante nuestros oídos (A mis cuarenta y diez) y otras en las que hace un recorrido más introspectivo sobre su carrera musical; éste es el caso de Resumiendo. 

"Resumiendo que tengo un cajón de la firma Pandora,
treinta y siete chançons, c'est a dire, una y media por hora. 
Sin contar los sonetos, las coplas, los epistolarios,
los tinteros borrachos de tinta que ordeño a diario"

El arranque de la canción se centra exclusivamente en su producción musical, sin dejar de lado la producción poética que no es para nada desdeñable. La figura del tintero sería retórica para muchos artistas, en el caso de Joaquín (alejado de todos los dispositivos electrónicos) no lo es, las letras de sus canciones pasan directamente de su mente a la tinta que ilustra sus cuadernos, libretas, servilletas o lo cualquier derivado del papel que pueda inmortalizarlas. 

"Nos tocaba crecer y crecimos, vaya si crecimos.
Cada vez con más dudas, más viejos, más sabios más primos. 
Pero todo se acaba, ya es hora de decirte chao,
me ha citado la Luna en Corrientes, esquina Callao"

A continuación parece dirigirse a algún viejo compañero que no le pudo acompañar en su viaje meteórico hacia el éxito. Quizá alguien que se quedó en los tiempos de La Mandrágora y nunca llegó a pensar que desde aquel sótano se podría llegar a los míticos escenarios de Buenos Aires. 

"Hace siglos que quiero enviarte palomas de humo,
antes de que carcoma el invierno la culpa que asumo. 
Ten a bien recibir de mi parte un abrazo de amigo,
cuando estalle la guerra estaré en la trinchera contigo"

Con este abrazo de amigo se llega a muchas personas, a las que el tiempo o la distancia las dejó algo más apartadas pero nunca llegaron a habitar en el olvido, y también a las que se tienen más cercanas. Al final lo que cuenta es que si estalla una guerra, se tenga claro el bando y con quién se compartirá la trinchera. En la trinchera de Joaquín tendríamos desde los parroquianos de La Mandrágora hasta los poetas del club de Rota, pasando por muchos otros que se subieron con él al escenario o le cerraron el último bar después de un concierto. 

"Una noche te vimos con Tola bajar la escalera,
yo rompía una copa y Javier destrozaba La Hoguera"

Para comprender los dos versos anteriores basta con hacer una escucha completa del disco La Mandrágora. Allí se puede escuchar perfectamente esa copa caer al suelo y a Javier explicando por qué de entre todos los métodos de tortura prefería la hoguera. 

"Resumiendo, sabes donde estoy,
resumiendo, si me llamas voy"

En el estribillo Joaquín aprovecha para lanzar varios mensajes al aire, intercalados entre cada resumiendo. Algunos tienen algún destinatario concreto y otros son lanzados al aire, quizá en esas palomas de humo. Lo que ha quedado claro con el paso del tiempo, es que el escenario le sigue gritando ven y él sigue acudiendo a su llamada. 

"Resumiendo, que me grita el escenario ven"

En el videoclip se suceden varios de los que podrían ser sus compañeros de trinchera y aparecen varias de las obras que salieron de tinteros borrachos de tinta. Este resumen tan peculiar de Sabina habría que actualizarlo, porque en los 15 años posteriores a su publicación su trinchera y su obra creció considerablemente. Lo que nunca sabremos es cuántas se quedaron en ese cajón de tan inquietante firma. 

10 julio 2019

Amo el amor de los marineros

Cuando se enumeran adjetivos calificativos para describir a Sabina, poeta es el que suele aparecer con más frecuencia y en mayúsculas. Él mismo se autodefine como un poeta metido a cantante. Como tal, hay que buscarle referentes tanto en la música como en la poesía. Y en esta última aparece el poeta chileno Pablo Neruda, de quién Joaquín afirmó "¿Quién no le ha copiado un poema a su novia diciendo que es suyo propio y luego lo ha descubierto porque había leído a Neruda".

"Para que nada nos amarre,
que no nos una nada,
ni la palabrá que aromó tu boca,
ni lo que no dijeron las palabras."

Conocer a los grandes poetas más allá de su nombre implica un hábito de lectura que no todo el mundo desarrolla. Sin embargo, al ponerle música a algunos de sus más célebres versos, consiguen llegar a un público mucho más amplio. Esa tarea la realizó con ahínco Serrat, de ahí que muchos poemas de Antonio Machado o Miguel Hernández, los hayamos escuchado en un disco antes que leído en un libro.

"Ni la fiesta de amor que no tuvimos,
ni tus sollozos junto a la ventana,
para que nada nos amarre,
que no nos una nada."

Joaquín Sabina realizó esta tarea con el poema "Farewell y Los Sollozos" de Pablo Neruda, seleccionando algunos versos y adaptándolos a una canción titulada "Amo el amor de los marineros". Y es que junto al cartero, la profesión de marinero es la que primero se nos viene a la cabeza al oír hablar de Neruda. Cuando estrenó la canción, allá por 2004, Sabina afirmó "es un tema que tenía preparado desde hace mucho tiempo, lo cantaba por dentro, lo canto siempre".

"Desde el fondo de ti y arrodillado,
un niño triste como yo nos mira.
Por esa vida que arderá en sus venas
tendrían que amarrarse nuestras vidas."

Es un poema que ahonda mucho en la clásica figura del marino que todos tenemos en mente, ese que deja un amor en cada puerto. Neruda se detiene esta vez en la figura de esa mujer que se queda en tierra, embarazada del marinero que lanza una moneda (quién sabe si trucada) al aire para decidir si el amor será eterno o fugaz. Cuyo compromiso no alcanza más allá de una promesa. Quizá el estilo de vida de alguien que cada día se hace a la mar sin saber si volverá a pisar tierra, complique que su mirada pueda alcanzar largos plazos.

"Amo el amor de los marineros que besan y se van, 
amor que puede ser eterno y puede ser fugaz.
En cada puerto una mujer espera,
los marineros besan y se van.
Una noche se acuestan con la muerte en el lecho del mar."

Besan y se van, como si fueran las olas que rompen en la orilla. Olas que al irse no son inocuas, y dejan erosión en todo aquello que en algún momento tocaron. El marinero solamente se aferra a la tabla que pueda librarle de la única que no aceptará un no por respuesta y le llevará a dormir en el lecho del mar.