28 abril 2020

Cuando a todos nos robaron el mes de Abril

Hasta hace poco si alguien clamaba haber sido víctima de un robo, y ese robo resultaba ser el preciado mes de Abril; a todos nos vendría al a cabeza, un hombre de traje gris, una chica de BUP o una madre derrotada en un sillón. Esos tres personajes le bastaron a Sabina para describir a la perfección esa sensación de derrota, tristeza y desamparo. Uno de ellos tuvo el premio de titular a ese disco de 1988, y los tres juntos consiguieron la inmortalidad que le da que el gran público coree ese estribillo en todos los conciertos. Porque todos hemos coreado "¿Quién me ha robado el mes de abril?" desde la distancia prudencial que te da el observar una historia sin llegar a protagonizarla. Pero todo eso cambió en 2020.

En 2020 apareció una pandemia, que nos pilló sin vacunas ni letanías. Su llegada fue escalonada, pero justamente fue el mes de Abril  el que desapareció de todos los calendarios del mundo. De repente todos, en mayor o menor medida, nos vemos llevando un traje gris, suspendiendo asignaturas pendientes y anclados en un sofá. Estamos protagonizando la canción y preguntándonos ¿cómo pudo sucederme a mi?. A ese estribillo se le podían intercalar millones de historias equiparables a las de esos tres personajes que todos conocemos. A Joaquín ya se le había dado el título de compositor de las bandas sonoras de nuestras vidas. Ahora también se le está otorgando el título de verdadero profeta (aunque estemos en tiempos oscuros), ahora que nada es urgente, que todo es presente, que no arrancan los coches y las ciudades se llenan de largas noches y calles frías.

Ya sabíamos que el mes de Abril se guardaba en el mismo cajón que el corazón. Ahora también sabemos las consecuencias que tiene esa pérdida. A algunos les ha dejado agujeros que permanecerán para siempre como cicatrices cuando este mes nos sea devuelto en años venideros. Pero sin prisas, que cuando salgamos de esta ya sabemos con qué fuerza tendremos que cantar nuestra supervivencia, "¡maldita sea!". Para ir recargando esas fuerzas, y que sean proporcionales a estos lamentos por la primavera perdida, recomiendo buscar esos más de cien motivos y esas cien pupilas donde vernos vivos que también Joaquín relató hace mucho tiempo.

04 abril 2020

Tenemos memoria, tenemos amigos. Hasta siempre Aute.

"Además de tener un envidiable éxito como cantante, tiene la desfachatez de pintar, de hacer poemas, e incluso de dirigir cine; y además tiene tiempo y talento para hacer bien todas esas cosas. Es alto, guapo, caótico, sentimental y todas esas cosas que las chicas consideran interesantes y de las que yo lamentablemente carezco. Además, no se le puede odiar como se merece porque es también un maestro en el arte antiguo de la generosidad y de la amistad". Así presentaba Joaquín Sabina a Luis Leonardo, perdón, Luis Eduardo Aute, durante su legendario concierto en directo del Teatro Salamanca.

Muchas décadas después, Sabina siguió llevando por bandera sus versos de "Tenemos memoria, tenemos amigos". Porque Aute fue un grandísimo amigo de Joaquín, desde los tiempos de la Mandrágora. Esas fotos en blanco y negro con las barbas nazarenas dan buena fe de ello. Como decía, muchos años después, participó en el homenaje que varios artistas le hicieron a Aute. En aquella ocasión sus palabras fueron "Decir Eduardo es fuego y pan y arena, decir Al Alba es llanto y todavía, decir Aute es decir pasión en vena."

Hoy nos ha dejado el que fuera maestro de muchos a los que hoy nosotros denominamos maestros. Cuesta imaginar una fecha más triste que ésta, en un día sombrío de un mes de Abril que nos han robado a todos y de un año bisiesto que ha venido a confirmar que son años de mal fario. Siempre digo que los homenajes es mejor hacerlos en vida, porque ésta puede ser tan canalla como para robarte la posibilidad de dar el último adios. Afortunadamente Aute tuvo el suyo con ese concierto multitudinario. Hoy nos quedamos sin su latido, sin ninguna de las razones que él tenía para gritar Aleluya, y tampoco podremos salir a llevarle rosas en el mar. Lo que si nos queda es la certeza de donde podemos encontrar la belleza y el aviso de que en cualquier momento nos pueden dar las cuatro y diez.