29 enero 2017

Lo niego todo



Ocho años han pasado desde el último disco en solitario de Sabina, y cuatro desde la última vez que escribí una entrada en este blog. "Lo niego todo" ha supuesto una sacudida importante en la parroquia Sabinera en general, y para mí en particular la perfecta ocasión de retomar este blog, que amenazaba en convertirse en un viejo álbum de recuerdos. Sentarme de nuevo a escribir ha sido como retomar el contacto con alguien que llevas mucho tiempo sin ver, y a los cinco minutos ya estáis charlando con la misma complicidad de siempre. Bueno, hechas las breves pero necesarias presentaciones, "decíamos ayer..."
Ni ángel con alas negras,
ni profeta del vicio
ni héroe en las barricadas
ni ocupa, ni esquirol
ni rey de los suburbios
ni flor del precipicio
ni cantante de orquesta
ni el Dylan español
Esta canción está plagada de referencias muy visuales (el videoclip las potencia más si cabe) y guiños a la trayectoria del flaco. Pero no son guiños al uso, se trata de desmontar por completo al mito del canalla del bombín. No espera mucho para dejar claras sus intenciones, en los dos primeros versos se desprende de su traje más célebre (las alas negras con las que volaba a ras de suelo durante 19 días y 500 noches) y de esos vicios cuyas advertencias ignoraba desde que le decían ¡Eh Sabina!.
Me echaron de los bares
que usaba de oficina
y una venus latina
me dio la extremaunción.
Es posible que a fuerza de repetirlo durante los últimos años, Joaquín nos hubiera convencido de que había consumado su idea de empezar a pensar en recogerse, de sentar la cabeza. Pues no, ese monaguillo que esperaba que un día le diera la extremaunción, se tornó en una venus peruana y su penitencia consistió en abandonar los bares. Aunque no del todo, porque hay algunos bares se han quedado para siempre abierto en sus canciones. El bar del otro verano, dónde una vez le dieron las diez y las once. Ese bar cuyo nombre fue todo un acierto, "El Templo del Morbo" dónde el Sol se metía a las siete en la cuna. En resumen, esos bares que ya no cierra, y esos excesos que ya no hace; pero que quedaron bien documentados en servilletas que a la postre se convirtieron en canciones.
El tiburón de Hacienda
confiscador de bienes
me ha cerrado la tienda,
me ha robado el mes de abril.
Si es para hacerme daño
sé lo que me conviene
he defraudado a todos,
empezando por mi.

En este viaje auto-guiado a lo largo de la vida de Joaquín, no deja pasar por alto alguno de los momentos más crudos. No se olvida del episodio de Hacienda, a quien recuerda que si alguien sabe como hacerle daño, es él mismo. Por eso en el clip aparece también una nube negra, que gira amenazante colgando del techo del escenario. Precisamente el escenario es uno de sus mejores vicios, lo sigue necesitando, temiendo y respetando tanto como aquella vez que Tola bajó la escalera del sótano de La Mandrágora.
Ni soy un libro abierto
ni quien tu te imaginas
lloro con las más cursis
películas de amor
Tendemos a pensar que todas las letras de las canciones son autobiográficas, en cierto modo nos gusta creerlo aunque la versión oficial desmienta algunos pasajes. Estamos tan seguros que el menor de los tres chicos, de los que vinieron a atracarle en los 80, ya estará rondando la cincuentena; y que el más alto de los tres ya ha cumplido íntegra su condena. Sabina sigue cumpliendo su pacto de caballeros y les concede unos segundos en el videoclip. Sabina nos vuelve a negar en esta ocasión haber sido un libro abierto, para ello no duda en presentarnos a Joaquín Ramón, el señor que llora con las películas de sobremesa un domingo por la tarde.


Lo niego todo
aquellos polvos y estos lodos,
lo niego todo
incluso la verdad

El caso es que hemos visto a tantos Joaquines diferentes, y la progresiva rotura de su voz facilita mucho más esa clasificación por décadas, que cada uno de nosotros tenemos una versión preferida. Precisamente ése es el hilo conductor del videoclip de la canción, un casting de Sabinas donde la horquilla está entre los 30 y los 67 años. Hago un hincapié especial en el videoclip, porque ha sido la guinda perfecta para esta canción del Renacimiento Ubetense. Hay infinidad de detalles, amigos y referencias que potencian mucho más la ya de por sí poderosa letra del tema. La tercera viga maestra de esta producción corre a cargo de Leiva, que confirma las buenas sensaciones que ya comprobamos cuando participó en Vinagre y Rosas.

La leyenda del suicida
y la del bala perdida
la del santo beodo
si me cuentas mi vida,
lo niego todo.
Resumiendo, nos sigue emocionando que Joaquín Sabina nos cuente y nos cante su vida. Sus benditos malditos y sus malditos benditos episodios. Y si hay que negarlo todo, no sería el primero en hacerlo. Es más, todavía puede hacerlo otras dos veces para igualar a San Pedro, antes de que lo llame por su nombre y al que quizá no quiera contestar.