02 agosto 2018

Todavía una canción de amor

Las buenas canciones cuentan historias en su letra, las excelentes también tienen la historia de cómo se gestaron. Este es el caso de "Todavía una canción de amor". Joaquín se encontraba en un bar (léase Boliche) de Argentina, sentado en un rincón. De repente alquien se le acercó y le dijo: "No me jodas Sabina, ¿estás escribiendo una canción?". Ese alguien era Andrés Calamaro, y a fue el que a la postre le pondría música a la letra de Joaquín. La historia de la letra es más bien una tesis completa sobre un tema tan complejo y a la vez tan cantado como el amor. 

"No te fíes si te juro que es imposible

no dudes de mi duda y mi quizás 

el amor es igual que un imperdible
perdido en la solapa del azar"

Como toda buena tesis, el título aclara bastante el contenido de la misma. Los primeros versos ya son toda una declaración de intenciones, vamos a asistir a un bombardeo de contradicciones, declaraciones, miedos, verdades a medias, mentiras piadosas; la caja de Pandora de Venus y el cajón de sastre de Cupido. Con esta primera estrofa, ya podía haberse levantado de la silla y haberse pedido la última copa, pensando en el próximo bar. Había dibujado a la perfección las dudas infinitas que lastran a un "sí" con varios "no". Esa puerta que no se quiere cerrar del todo, pero da miedo cruzar porque no se sabe lo que espera detrás. Esos imposibles que se sueltan con una facilidad pasmosa y que a veces el tiempo se encarga de borrarles el prefijo. 

"La luna toma el sol de madrugada

nunca jamás quiere decir tal vez

la muerte es una amante despechada 
que juega sucio why no sabe perder"

No se levantó de la silla, y siguió con la clase magistral y se adentró en el capítulo de los contrastes. Siempre hay un punto intermedio, una bisagra que atrae a los polos más opuestos y los hace plegarse. Una madrugada que junta a la Luna y al Sol, a fin de cuentas los dos comparten la misma luz, aunque a la luz de la Luna las dudas y los quizás, se vean muy diferentes que a la del Sol. Algunos análisis sesudos afirman que el amor se trata de una reacción química que se produce en el cerebro, pero dudo que hayan encontrado la fórmula que explique como un "nunca jamás" se puede convertir en un "tal vez". Química puede que haya pero el cerebro no es el tubo de ensayo de la misma. 

"No corras si te llamo de repente

no te vayas si te grito piérdete

a menudo los labios más urgentes 
no tienen prisa dos besos después"

El siguiente capítulo en forma de estrofa, se ocupa de esa cuerda invisible que se tira y se afloja, pero con una lógica un tanto peculiar; la que tirando espera aflojar y viceversa. De ahí que se pida no acudir raudo a una llamada, ni tomar como definitivo un adiós; sino convertir en esa cuerda en una goma que nunca termina de romperse. Esto sirve de prólogo para dos de los versos más célebres, y que sin duda alguna son el punto álgido (con G) de la canción "a menudo los labios más urgentes, no tienen prisa dos besos después". Puede haber múltiples interpretaciones para esos versos, yo los voy a enlazar con una frase de mi película favorita (Big Fish): “Dicen que cuando conoces al amor de tu vida el tiempo se detiene, y es verdad, lo que no te dicen es que cuando se pone en marcha lo hace aun más rápidamente para recuperar lo perdido.”

"Se aferra el corazón a lo perdido

los ojos que no ven miran mejor

cantar es disparar contra el olvido
vivir sin ti es morir en la estación"

La tesis no estaría completa sin un apartado especial para el perdedor, figura imprescindible en el universo sabinero, y sus heridas que escuecen a golpe de sístole y diástole. Aunque el tiempo aplique sus curas, las cicatrices quedan ahí, como recuerdo de lo que pudo haber sido, de lo que fue o de lo que nunca debió ser. Y para evitar que el tiempo traiga de la mano al olvido, hay diversas técnicas para evitarlo, Joaquín nos invita a cantar para no darle tregua. 

"Estoy tratando de decirte que 

me desespero de esperarte,

que no salgo a buscarte porque sé
que corro el riesgo de encontrarte
que me sigo mordiendo noche y día 
las uñas del rencor
que te sigo debiendo todavía 
una canción de amor"

Para el epílogo dejamos el estribillo. Un estribillo enérgico, confuso, ambiguo... Una mezcla de miedo y valentía a dar el primer paso, de querer y no poder o poder y no querer. Un estribillo en el que "se trata de decir", porque hay cosas que cuestan mucho decir. Indirectas muy directas que no se saben coger, o tan indirectas que no se saben lanzar.  Un resumen perfecto de lo complejas que son esas reacciones químicas que tienen lugar en el sistema nervioso.