18 noviembre 2017

Cuando era más joven

Cuando era más joven, bastante joven, tanto que de los dos palmos que levantaba del suelo, la mitad correspondían a mi flequillo; solía hacer excursiones a la habitación de mi hermana. Allí había un cajón en particular que me encantaba revolver, el de las cintas de casete. Así conocí por primera vez a un tal  Joaquín. A partir de ese momento, esas cintas se multiplicaron y empezaron a frecuentar mi radio-casette, mi walkman y la radio del coche de mi padre. En uno de los viajes amenizados por las canciones de Sabina, recuerdo a mi madre decirme que él tenía los dientes amarillos por decir palabrotas.

“Cuando era más joven viajé en sucios trenes que iban hacia el norte
Y dormí con chicas que lo hacían con hombres por primera vez,
Compraba salchichas y olvidaba luego pagar el importe.
Cuando era más joven me he visto esposado delante del juez.”

Aunque ahora los niegue todos, Sabina nos ha ido cantando muchos pasajes de su vida, tomándose las licencias literarias que fueran necesarias. “Cuando era más joven” fueron unas memorias adelantadas, ya que cuando la estrenó apenas llevaba un lustro pisando las tablas. No obstante, llevaba unas cuantas peripecias a sus espaldas dignas de ser relatadas. Ahora sabemos de ellas gracias a los diversos libros que se han escrito sobre su vida y obra, pero por aquellos años el gran público las desconocía; y esta canción resultó ser uno de los primeros testimonios autobiográficos del flaco.

La nostalgia por los años 80 está resultando muy exitosa últimamente en el mundo de las artes. Estamos asistiendo a secuelas y remakes de películas míticas de aquella década, y cada vez hay más producciones nuevas ambientadas en esos años. Aunque sepamos que esta canción está firmada en 1985, la letra nos permite hacerla atemporal. Básicamente la podemos dividir en dos bloques, separados por un célebre estribillo.

“Cuando era más joven cambiaba de nombre en cada aduana,
Cambiaba de casa, cambiaba de oficio, cambiaba de amor,
Mañana era nunca y nunca llegaba pasado mañana,
Cuando era más joven buscaba el placer engañando al dolor.”

En la primera parte tenemos el flashback, viajamos a un pasado que nos gusta recordar y por lo general a puntos de inflexión en nuestras vidas. Nuestra mente gusta de navegar por episodios importantes, y la memoria muchas veces se encarga de remasterizar las viejas historias para que luzcan mejor en el presente. Hoy nos gastamos un dineral en un televisor 4K, para luego quedarnos embobados viendo los dibujos animados de nuestra infancia.  

“Pasaron los años, terminé la mili, me metí en un piso,
Hice algunos discos, senté la cabeza, me instalé en Madrid,
Tuve dos mujeres, pero quise más a la que más me quiso,
Una vez le dije: "¿Te vienes conmigo?" Y contestó que sí.”

En la segunda parte, finaliza el viaje y nos sitúa de nuevo en el momento actual. Ahí llega el momento de hacer balance, comprobar si las alforjas fueron necesarias y comparar nuestra figura actual con el holograma del recuerdo. Un ejemplo de esos contrastes está en la letra, cuando era más joven dormía de un tirón y comer era un privilegio; y ahora hay veces que pierde el apetito y no puede dormir. Cosas que antes eran un lujo y ahora damos por descontado, cosas que antes nos resultaban fáciles y ahora requieren de un esfuerzo.

“Hoy como caliente, pago mis impuestos, tengo pasaporte,
Pero algunas veces pierdo el apetito y no puedo dormir
Y sueño que viajo en uno de esos trenes que iban hacia el norte.
Cuando era más joven la vida era dura, distinta y feliz.”

Los trenes están muy presentes en varias de sus canciones, y también han sido el motivo principal en la decoración de sus escenarios en bastantes ocasiones. A la chica de las medias negras, que en un principio la vio en un paso de cebra toreando autobuses, la recolocó años después en la estación de Linares-Baeza toreando tranvías. Esos trenes que de joven le parecían sucios y que ahora suspira por volver a subir en ellos. Esas chicas a las que sacaba la lengua cuando paseaban del brazo de otro tipo, y a las que le gustaría invitar aunque olvidara pagar el importe.  ¿Chicas que eran princesas, y tipos cuyo traje se tornó gris?

“Dormía de un tirón cada vez que encontraba una cama,
Había días que tocaba comer, había noches que no,
Fumaba de gorro y sacaba la lengua a las damas
Que andaban del brazo de un tipo que nunca era yo.”


Los cambios de nombre, casa, oficio y amor son mucho más frecuentes y fáciles cuando el mañana se ve lejano, y el pasado mañana ni se contempla. Con el paso del tiempo se le va dando más importancia a no errar el tiro, a quedarse con quien más te quiera (tan simple y tan complicado) buscando la felicidad doméstica. Justamente para luego poder echarle la culpa de otras cosas, como Joaquín hacía hace poco al lamentar que las musas le habían abandonado; como contraprestación a esa felicidad. Afortunadamente, la parte de la letra en la que dice que sentó la cabeza no era cierta, y todavía dudamos de que haya sucedido.  Se suele decir que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero se suele convenir en que fue duro, distinto y feliz.  

Sabina cuando era más joven

Sabina cuando era menos joven

04 noviembre 2017

Caballo de cartón

Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal. Existen dos tipos de personas, los que leen esa secuencia sin más y los que la cantan. Si el Metro de Madrid tuviera un himno, esta canción de Joaquín Sabina sería una buena candidata. Se trata del primer Sabina, el más urbano, el que se podía permitir el lujo de frecuentar lugares públicos y retratarlos posteriormente con su Polaroid en forma de pluma. No solemos concebir que una rutina pueda ser bella, suele traer connotaciones negativas en la mayoría de los casos. Pero con la melodía adecuada y las palabras en su orden, todo resulta más hermoso.

"Cada mañana bostezas, 
amenazas al despertador 
y te levantas gruñendo 
cuando todavía duerme el sol, 
mínima tregua en el bar, 
café con dos de azúcar y croissant, 
el metro huele a podrido, 
carne de cañón y soledad."

En la primera estrofa ya nos ha cantado como la amazona de su particular caballo de cartón inicia un nuevo día. Ese despertador que canta artificialmente un par de horas antes de que lo haga el gallo, una leve concesión a la que debería ser la comida más importante del día y el primer pie que entra en el mundo suburbano.

A ciertas horas de la mañana, resulta bastante común la ausencia de ganas de hablar con la gente; pero el trayecto en metro al trabajo se suele alargar lo suficiente como para buscar entretenimiento observando alrededor. Varios personajes habituales del vagón de la línea 1 quedan retratados en este relato también, para mayor o menor gloria de cada cual. Curiosamente, hay ciertos desconocidos que acaban convirtiéndose en una referencia de tu trayecto al trabajo. Personas que te recuerdan que es martes, que deberías calzarte más a menudo las deportivas o que en comparación, sitúan tu estilismo en la pasarela Cibeles o hacen que tu vestuario desprenda olor a naftalina.


"Que buena estás corazón, 
cuando pasas grita el albañil 
el obseso del vagón se toca mientras piensa en tí, 
la voz de tu jefe brama 
“estas no son horas de llegar” 
mientras tus manos archivan tu mente empieza a navegar."

Hay ciertas horas que son bisagra, en las que el desayuno resulta ser el punto en común del que empieza una nueva jornada y al que se le alargó la del día anterior. Los versos que mejor definen una estampa típica del metro son “danza de trajes sin cuerpo, al obsceno ritmo del vagón”. Ese movimiento rectilíneo, pero no uniforme, al que todos nos adaptamos (algunos controlando con más pericia que otro los frenazos y las curvas). Esa inercia con la que muchos avanzan por sus pasillos, aunque todavía su mente no se haya quitado el pijama.
"Ambiguas horas que mezclan al borracho y al madrugador, 
danza de trajes sin cuerpo al obsceno ritmo del vagón, 
hace siglos que pensaron: 
“las cosas mañana irán mejor” 
es pronto para el deseo y muy tarde para el amor."

Es muy notorio el contraste que se produce entre las estrofas y el estribillo. Las primeras nos van relatando un episodio marmotesco con pocas emociones fuertes. Culmina la historia intentando dejar para mañana lo que no debas soñar hoy, quedándose en un punto en el que siempre es demasiado pronto o demasiado tarde.  A cambio el estribillo arroja un halo de luz y propone un viaje a caballo. Un viaje a caballo de cartón, como ese niño pequeño que sale corriendo de la escuela y se alegra de que lo estén esperando en la puerta. Si a los niños les encanta que al salir de la escuela les estén esperando en la puerta con la merienda; de adultos también se agradece que alguien le endulce la tarde.

"Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal, 
¿Dónde queda tu oficina para irte a buscar? 
Cuando la ciudad pinte sus labios de neón 
subirás en mi caballo de cartón. 
Me podrán robar tus días… tus noches no."

El verso final de la canción no deja de ser una metáfora estupenda de lo que es la vida cotidiana para la mayoría. En cierto modo, vendemos nuestros días para poder disfrutar de nuestras noches. A fin de cuentas, las grandes fiestas siempre pasan por la noche; y las peores resacas se sufren por la mañana.