22 marzo 2020

Siete Crisantemos

El número siete fue el primero que nos indicó Sabina cuando empezó a cantarnos historias sobre la melancolía, y a ese número regresó unos cuantos años después para darle otra vuelta de tuerca a ese concepto tan conocido y extraño a la vez. El siete, conocido como número de la suerte, se convierte en el conductor principal de la canción que recorre varios de los caminos más tortuosos de la vida. Siete Crisantemos es una de las canciones crípticas de Joaquín en la que se van intercalando muchas de sus frases más célebres, y probablemente sentase las bases del acuario de los Peces de Ciudad. 


Al igual que en las obras maestras del cine, el arranque de la canción ya te agarra fuerte de las solapas y te suelta un par de sentencias que te dejan claro, que vas a asistir a una clase magistral de lecciones de vida. Quién más, quien menos ha oído hablar del Karma y sus consecuencias, de cómo es el responsable de balancear las acciones de héroes y de canallas. 


"Si alguna vez me han dado más de lo que tengo,
he dado algunas veces más de lo que doy."


Podemos situar a Calle Melancolía y a Peces de Ciudad como precuelas y secuelas de Siete Crisantemos. Cuando Sabina paseaba por su calle, nos pedía que no preguntásemos hacia donde dirgía sus pasos. En Peces de Ciudad nos recomendaba que al lugar dónde habíamos sido felices no tratásemos de regresar. Aquí se encuentra justamente en ese cruce de caminos, quiere olvidar ese desolado paisaje de antenas y de cables, y duda de la existencia de ese lugar (Comala) al que quiere dirigir sus pasos. 


"Se me ha olvidado ya el lugar de donde vengo,
y puede que no exista el sitio a dónde voy."

Alguien que alargó su juventud hasta sus cuarenta y diez, que usó los bares de oficina y cuyas noches se midieron usando la escala 19:500 no podía abrazar jamás el calor del hogar. Aquí nos está mostrando el estilo de vida que llevó hasta el límite. Respecto a las noches pasadas en el infierno, esto le suele ocurrir a los valientes y a los desdichados. Y de entre ellos, solamente los más dotados son capaces de regresar y no muchos se atreven a reconocerlo. Joaquín si lo hace, y es a partir de aquí donde nos abre otra puerta para avanzar a una fase mucho más compleja. 

"A las buenas costumbres nunca me he acostumbrado,
del calor de la lumbre del hogar me aburrí. 
También en el infierno llueve sobre mojado,
lo sé porque he pasado más de una noche allí."

Comienza un viaje en busca de respuestas a preguntas que nunca se hicieron o que no se quisieron contestar. Hay secretos que acaban en la tumba, hay nostalgias de cosas que no sucedieron jamás, hay caminos que nunca se atrevieron a recorrer. Los crisantemos y el cementerio son las dos imágenes más extremas, son el final de la historia. 

"En busca de las siete llaves del misterio,
siete versos tristes para una canción,
siete crisantemos en el cementerio,
siete negros signos de interrogación." 

Continúamos por caminos angostos, y precisamente en estos tiempos (de cuarentenas y pandemias, hago este inciso por si estás leyendo esto cuando hayan pasado muchos años del turbio 2020) estamos comprobando lo que ocurre cuando vienen mal dadas. Los falsos profetas afloran hasta debajo de las piedras y la humanidad es capaz de demostrar los extremos que puede alcanzar; tanto de bondad como de ruindad. El siguiente verso nos confirma que esta canción es una intervención sin anestesia y que opera directamente en el alma (cada uno que la sitúe en la parte del cuerpo dónde crea tenerla). La angustia de ver al cielo alejarse y la crudeza de saber que en un debate sobre el amor no siempre ganen los buenos. 

"En tiempos tan oscuros nacen falsos profetas,
y muchas golondrinas huyen de la ciudad.
El asesino sabe más de amor que el poeta,
y el cielo cada vez está mas lejos del mar." 

Todo esto sirve de preámbulo para una de los versos más compartidos de toda la obra de Joaquín. Una clase magistral de la vida y el amor, de sus consecuencias, de las explicaciones irrefutables a reacciones que no atienden a la lógica. El paso de los años tiene un poder curativo para casi todos los reveses de la vida, aunque a veces dejen notables cicatrices a modo de recuerdo para ti y de aviso a navegantes. Al mismo tiempo las interacciones humanas, las reacciones, los besos, los abrazos nos pueden sacar de la carretera por la que transitamos de forma brusca; a veces para meternos en callejones sin salida y a veces para sacarnos de oscuros laberintos. 

"Lo bueno de los años es que curan heridas,
lo malo de los besos es que crean adicción. 
Ayer quiso matarme la mujer de mi vida,
apretaba el gatillo cuando se despertó."

El colofón de esta canción viene con otra frase lapidaria, y es que esta canción podría ser el testamento emocional de Joaquín Sabina (el vital ya nos lo dejó con A Mis Cuarenta y Diez). Es un epitafio musical y extendido, de la especial relación que Sabina ha tenido con el amor, la melancolía, la noche y la poesía. "Me enamoro de todo, me conformo con nada" es la explicación más concisa y más certera de la montaña rusa que se recorre cuando una persona te ilusiona y te hace subir hasta el punto más alto y luego te hace precipitarte. Quizá el secreto esté en disfrutar la subida, que suele ser más lenta que la caída; y en ser conscientes de que la montaña rusa es un circuito cerrado que también te lleva de lo más bajo a lo más alto. Paradójicamente después de haberle dado la vuelta completa, siempre nos quedan las ganas de pedir otra vuelta más. 

"Me enamoro de todo, me conformo con nada. 
Un aroma, un abrazo, un pedazo de pan. 
Y lo que buenamente me den por la balada,
de la vida privada de fulano de tal."

Resulta complicado dar una explicación concreta a la inmumerable sucesión de elementos abstractos y complejos que se agolpan en esta canción. Pero al mismo tiempo pone sobre la mesa situaciones y reacciones tan cotidianas y tan humanas que no resulta complicado verse reflejado en ellas. Creo ques una de esas canciones de Joaquín que han bebido de otras y han servido de alimento para otras tantas. No se puede llegar a los siete crisantemos sin haber silbado la melodía de Calle Melancolía, y al mismo tiempo este es un peaje obligatorio para escuchar las sirenas de los petroleros en Desolation Row. 

"Siete crisantemos en el cementerio,
siete versos tristes delante de mi. 
Siete crisantemos en el cementerio,
siete veces no, siete veces si." 


08 marzo 2020

María Jiménez

"Yo canto con el coño". Esa frase y la portada del disco "Dónde más duele" probablemente sean la imagen y las palabras más potentes de la historia de María Jiménez. Y ambas apuntan directamente a Sabina, la frase se la dijo María a Joaquín cuándo éste afirmó que le gustaba porque ella cantaba con las tripas. La portada del disco es la mejor réplica femenina a la de 19 días y 500 noches, las alas negras de Joaquín frente a la imponente corona con plumas de pavo real de María. El cigarrillo en la mano que contribuye a afilar sus voces, y la última copa que marca el camino hacia el próximo bar.

Nadie ha cantado las letras de Sabina con la autoridad que María Jiménez hizo en ese disco. Ella vivó en la Calle Melancolía cuando nadie reparaba en las lágrimas de una mujer, muchas noches le han quemado más que el gas azul de los mecheros y perdió la cuenta de los motivos que fue acumulando para decir ¡Con Dios!. Por eso no es de extrañar que cuando María cantaba, lloraba con bastante frecuencia. Cuentan que la grabación de "Con dos camas vacías" fue un mar de lágrimas, recuérdenlo cuando escuchen la canción; "la paz que has elegido es peor que mi guerra", cuando la sevillana canta eso, te retumba en el alma. María perdió muchas batallas, pero acabó ganando la guerra; y lo más importante, alumbró el camino. Creo que su figura y su historia no se ha ensalzado todo lo que ella merece.