19 agosto 2019

Pastillas para no soñar

El estilo de vida de Joaquín Sabina ha quedado plasmado en más de una letra, probablemente Eh Sabina fue la primera en la que nos sentó las tres patas de su banco (Nicotina, Paternina y Josefina). Aunque recientemente negase todas las mayores que teníamos por certeras, en el imaginario colectivo siempre quedará la figura del profeta del vicio. Paradójicamente una de sus canciones más celebradas en los conciertos es "Pastillas para no soñar" dónde hace apología de una vida muy sosegada que nos permita alcanzar la centuria sin despeinarnos. Aunque como si de una cajetilla de tabaco se tratase, viene con un mensaje disuasorio "si lo que quieres es vivir 100 años, no vivas como vivo yo". 

Si lo que quieres es vivir cien años,
no pruebes los licores del placer. 
Si eres alérgico a los desengaños,
olvídate de esa mujer. 

Como si de una guía de buenas prácticas se tratase, el ubetense nos va recomendando todo aquello que nos llevará a poner tres dígitos en nuestra tarta de cumpleaños. Pero, ¿qué historias podría contar a sus nietos alguien que jamás se salió un centímetro de la rectitud?. En el extremo opuesto se encuentran aquellos que se empeñan en que sus años humanos cuenten como si fueran caninos, y acaban doblando la servilleta antes de llegar al segundo plato. 

Compra una máscara antigás,
mantente dentro de la ley. 
Si lo que quieres es vivir cien años,
haz músculos de cinco a seis. 

Prescindir completamente de los sueños o darle la exclusiva de tu vida es una cuestión compleja de resolver. Sabemos que Sancho Panza es un personaje crucial en la novela de Cervantes, pero el que le dio título fue sin duda el soñador empedernido Don Quijote. 

Evita el humo de los clubs,
reduce la velocidad.
Si lo que quieres es vivir cien años,
vacúnate contra el azar. 

La canción tuvo un destinatario, un famoso ministro socialista de principos de los 90, cuyas ideas y modos un tanto represores no gustaban nada a Joaquín. Se trataba de José Luis Corcuera, que pasó a la posteridad por su ley de la patada en la puerta. La seguridad y la libertad, esos dos conceptos tan altos que llevan a la mayoría de los políticos por el camino de la represión. Y es que la política, al igual que la Tierra, es redonda; por lo que avanzar mucho por la derecha y por la izquierda acaba por colocar a ambos extremos en el mismo lugar. 

Y ponte gomina que no te despeine,
el vientecillo de la libertad.
Funda un hogar en el que nunca reine,
más rey que la seguridad. 

Consciente desde el principio que esta canción era una burla a aquellos hombrecillos de traje gris, una de las sentencias más firmes de la letra, es que si de verdad buscamos alcanzar el siglo de vida no sigamos el estilo de vida Sabinero. Sin embargo, con ciertas nubes negras por el camino, su mala salud de hierro lo ha llevado más lejos de lo que muchos, que se apresuraban a enterrarlo antes de tiempo, pensaban. Supongo que la virtud estará en una mezcla equilibrada de Zumo de Neón y Pastillas para no soñar. 

Y si en tus noches falta sal,
para eso está el televisor. 
Si lo que quieres es vivir cien años,
no vivas como vivo yo. 

En la grabación de la canción original, que se publicó en el disco Física y Química, contó con la participación de la Banda Municipal de Getafe. Un gran despliegue musical que le va como anillo al dedo a esta canción, que bien podría utilizarse en un pasacalles sabinero. Un pasacalles en el que participasen los personajes más icónicos que salieron de su bombín (La Princesa de la boca de fresa, el Jóven Aprendiz de Pintor, La Magdalena, Viridiana, Tolito, El Dioni, su Vecino de Arriba, Calixto, El Hombre del Traje Gris, El Capitán de su calle, El Nano, Las Churumbelas, El Jaro, todo su Delirium Tremes y cerrando la comitiva Todos menos tú). 

Deja pasar la tentación,
dile a esa chica que no llame más.
Y si protesta el corazón,
en la farmacia puede preguntar,
¿tienen pastillas para no soñar?

El que haya acudido a alguno de los conciertos del flaco, sabe que en el momento que agarra los platillos hay dos noticias, una buena y otra mala. La buena es que da comienzo la canción más circense de todo su cancionero, la mala, que el concierto va tocando a su fin.