02 agosto 2017

Princesa

No deja de resultar curioso que, en el repertorio de un reconocido ateo republicano, sobresalgan las figuras de una "Princesa" y de la "Magdalena". La primera le dio la alternativa a mediados de los años 80 y la segunda la confirmó en las postrimerías del siglo XX. Ambas no solamente son imprescindibles en cualquiera de sus conciertos sino que marcan los tempos del mismo. Princesa le acompaña en los escenarios desde que gastaba chaquetas con hombreras, y la de Magdala desde que usa bombín por si hubiera un buen motivo para quitárselo.
Entre la cirrosis y la sobredosis
Andas siempre muñeca
Con tu sucia camisa
Y en lugar de sonrisa
Una especie de mueca

Cómo no imaginarte
Cómo no recordarte hace apenas dos años
Cuando eras la princesa de la boca de fresa
Cuando tení­as aún esa forma de hacerte daño

En la corte Sabinera, no se presenta a la princesa entre pompa y circunstancia, se la sitúa en cambio a medio camino entre la cirrosis y la sobredosis. Empieza el cuento por un final despejado de perdices, y un descenso culminado a los infiernos. Pero en seguida se remonta al inicio de la historia, cuando ella brilla con tanta luz propia que es imposible borrar ese recuerdo onírico de la misma. Es la princesa de tu infancia, adolescencia o incluso época universitaria; a la que hubieras rendido pleitesía en el mismo momento que ella lo mandase.
Maldito sea el gurú
Que levantó entre tú y yo un silencio oscuro
Del que ya sólo sales para decirme
"Vale, déjame veinte duros"


El silencio es muchas veces el principal culpable de ciertos distanciamientos, el causante de lo que nunca fue pero pudo haber sido. La evolución de esta canción en los directos quizá sea una de las más evidentes de todo el cancionero de Joaquín. Al principio era un ritmo mucho más acústico y pausado, y ahora los primeros acordes son una descarga eléctrica que te predispone a lanzar la soflama de "Cuantas veces hubiera dado la vida entera, porque tú me pidieras llevarte el equipaje". Con una mezcla de resignación y reproche, un intento de repartir equitativamente las culpas.
Ya no te tengo miedo, nena
Pero no puedo seguirte en tu viaje
Cuántas veces hubiera dado la vida entera
Porque tú me pidieras llevarte el equipaje


Es una canción dura, no deja de ser el relato de un ciudadano cero que aspiraba a conquistar a la reina del baile; y que ante el desdén recibido y el transcurso de los años se encuentra con las tornas cambiadas. Ese drástico cambio le concede una pequeña autoridad moral para juzgar el devenir de la portadora de sangre azul, así como lanzar un reproche vacío fantaseando con que su vida de mano del plebeyo hubiera sido mucho más plena.
Tú que sembraste en todas
Las islas de la moda las flores de tu gracia
Cómo no ibas a verte
Envuelta en una muerte con asalto a farmacia


A pesar de que todos reconocemos esta canción como un clásico de Joaquín, hay que recordar que el debut de la misma se produjo en el famoso Festival de Benidorm en 1982. El intérprete fue Juan Antonio Muriel y la letra de la canción era ligeramente diferente. "No hay más leña que la que arde Princesa" era el epitafio de esta historia de imposibles. Desde el principio la canción tuvo una gran acogida entre el público, me aventuraría a decir que se trata de las primeras historias urbanas de Sabina que la gente puede adaptar (libremente) a sus vidas.
Con qué ley condenarte
Si somos juez y parte todos de tus andanzas
Sigue con tus movidas, reina,
Pero no pidas que me pase la vida pagándote
Fianzas


El ocaso de la canción vuelve a participar de este particular juego del palo y la zanahoria. Se vuelven a poner de relieve sus derechos dinásticos al trono, al tiempo que se muestra el sendero que la lleva camino al exilio; para finalmente ofrecer una pequeña redención de la pena. Una última oportunidad por los viejos tiempos, acompañada de una advertencia que seguramente llegue tarde.
Ahora es demasiado tarde princesa
Búscate otro perro que te ladre princesa