29 junio 2018

Juana La Loca

Ayer fue el día internacional de la comunidad LGTBI y el pistoletazo de salida para las fiestas del orgullo, que en Madrid se extenderán hasta el próximo fin de semana. Este año se va a rendir un homenaje a aquellos pioneros, que hace 40 años, salieron a la calle por primera vez a celebrarlo. Unos años después Sabina y Krahe componían la canción "Juana La Loca",  un homenaje a todos aquellos valientes que abrían el armario por primera vez; justo cuando más pesaba la puerta. 

Aunque en aquella época todavía no había rastro del lodazal de Twitter, algunos le colgaron el cartel de homófoba a la canción. Un error mayúsculo que  la propia letra lo desmiente por si sola, y la historia que se esconde tras la misma desmonta la acusación completamente. La canción está dedicada a su abuelo Ramón, y él mismo contó la historia en el libro Sabina en carne viva, de Javier Menéndez Flores. 

"Mi abuelo Ramón era un viejecito con el pelo blanco cuya mujer, que se llamaba Rosa, murió muy joven. Mi abuelo vivió muchos años, hasta los ochenta y tantos (...). Él nunca conoció otra mujer, era un tipo intachable, querídisimo y respetadísimo en el pueblo. Era carpintero y todo el mundo le llamaba Tío Ramón. En mi casa, en Madrid, en Tirso de Molina, no hay una sola foto de mis padres, pero si te fijas el próximo día que vayas, verás una de mi abuelo. Su cara es exacta a la mía y a la de mi hija Carmela. 

Bueno. Era un carpintero. Un carpintero que se ponía una camiseta de esas blancas de tirantes que llevan ahora los metrosexuales pero que en ésa época solo las llevaban los pobres, y se sentaba a la puerta de casa a leer a García Lorca en años en los que García Lorca era un rojo maricón. ¿Me explico? (...) 

El caso es que mi abuelo y mi madre nunca se llevaron bien. El abuelo Ramón tal vez sea el miembro de mi familia al que más amo, y sin tal vez (...) Bueno, acabaré la historia. Con ochenta y un años sostuvo mi madre que pilló a mi abuelo mariconeando con un viejecito que se llamaba Pesetilla, enjuto como era, y formó un escándalo que te cagas. Mi padre siguió leyendo el periódico, mi hermano no dijo nada y yo quería matar a mi madre. Yo oía a mi madre decir en las comidas, mientras mi padre se atrincheraba tras el periódico: "Yo a los maricones los ataba a una rueda de molino y los tiraba al mar", y mi pobre abuelico ahí, calladito. 

Mi padre siempre fingió que no se había enterado. Esa fue su actitud general ante la vida. Mi padre no se enteró de Franco ni de los muertos ni de las detenciones, no se enteró de nada. Tampoco se enteró de mí. Era un buen hombre. En fin". 

Seguramente haya muchas historias parecidas, sobre todo entre aquellos pioneros de 1978, que se vean reflejadas tanto en Ramón como en "Juana La Loca". Esta canción fue una de las primeras de Joaquín, y ya aquí apuntaba las maneras en las que años más tarde se haría maestro; escribir canciones que cuentan historias urbanas y que esa misma gente de la calle convierte en himnos o banderas (multicolor en este caso). 

22 junio 2018

Las arrugas de la voz

No siempre el quiero consigue ganar la guerra del puedo, y aunque el escenario pueda conseguir teñir las canas no hace lo propio con las arrugas de la voz. "Que no les engañen, envejecer es una mierda". Con esas sinceras palabras, Sabina alertaba al público que asistía a un nuevo concierto de los inconvenientes de seguir añadiendo decenas a sus cuarenta y diez. Fue en Madrid, ciudad en la que el niño de Úbeda nunca ha dejado de soñar que escribía, en cuyos rincones literalmente se ha ido dejando la vida. El último jirón de piel fue en el escenario del una vez llamado Palacio de los Deportes, y se llevó consigo la voz de Joaquín.

A veces es necesario ver al Martínez que se encuentra justo debajo del Sabina con bombín. Es peligroso que el mito nos impida ver al hombre, no se puede pretender que si Martínez está sufriendo en el escenario, Sabina pueda completar la tanda de bises. No es sencillo, ni para el propio Joaquín, que lleva casi una década intentando dejar claro que cada gira será la última. Ha tenido que negar el sobrenombre de "profeta del vicio", pero de todos esos vicios seguramente el más adictivo haya sido el de subirse al escenario para abrigar el corazón de infinidad de personas. Si al mito se le adora, al hombre hay que respetarlo y juzgarlo con honestidad. 

Ha habido mucho ruido estos días, un ruido escandaloso, porque la figura de Sabina es de tales dimensiones que nadie quiere desaprovechar la oportunidad de apuntarse tantos a su costa. Hemos tenido la ocasión de ver desfilar al torpe maletilla, al joven aprendiz de pintor, a la vecina que jamás saludaba, y como no, al crítico indignado que acusa; demasiado ruido. 

No olvidemos que esta gira arrancaba hace más de un año, que le ha dado la vuelta al mundo en varias ocasiones; y que en la inmensa mayoría de esos conciertos, desde el primer verso de "Lo niego todo" hasta que agarraba los platillos para despedirse recetando "Pastillas para no soñar", transcurrían dos horas y media. Esa es la medalla que le ha dado la vida, aunque de vez en cuando se le cruzasen hombres de traje gris. 

Dicho esto, también es justo dejar que Martínez agarre el tranvía que lo saque de "Calle Melancolía" cuando quiera. Y si en el barrio de la alegría ya no hay más escenarios, tendremos que ser nosotros los que sigamos silbando las melodías de Sabina. 

11 junio 2018

Azul Sabina


Junten a tres de los artistas más importantes de la música latina del siglo pasado y presente. Repartan entre ellos el trabajo de poner música, letra y voz a una canción. Busquen el marco de un género musical clave en la cultura afroamericana, partiendo desde el delta del río Misisipi, cruzando el mar Caribe, retomando las dulces aguas del Amazonas y finalmente añadiendo de nuevo unas gotas de agüita del mar andaluz. El resultado da un blues a manos de Juan Luis Guerra, Juanes y Joaquín Sabina. Como colofón traduzcan el género a lengua Cervantina y apellídenlo. ¿El resultado? "Azul Sabina". 

"Azul

Busco un acorde azul
Un viento suave
Cuatro notas graves
Que me den las llaves de un Blues"


Contaba Juanes como se gestó este blues tan latino, Juan Luis y él afinaron la melodía y se la pasaron a Joaquín para que le pusiera letra. El colombiano ya tenía en la cabeza titular a la canción con el color del mar, y cuando recibió la letra del ubetense decidió que era de justicia acuñar una nueva tonalidad, el azul Sabina. De hecho es el punto de partida de la letra, mentar al azul esperando que su traducción al inglés la convierta en una letra de blues.

"Atrás, duele mirar atrás

Paisa, te acuerdas
Cada vez que pierdas
Date cuerda y vuelve a empezar
No seas una estatua de sal"

El despliegue musical de la canción es espectacular, digno del maestro dominicano Guerra. La presencia del violoncelo y el violín acompañados de una pequeña orquesta te sitúa inmediatamente en una película del Hollywood de hace varias décadas. Es una canción para sentarse en un cómodo sillón mientras remueves con tranquilidad una copa del licor que más recuerdos te traiga. 

"Una canción con un mapa en la voz

Una canción mejor que tú y que yo
A flor de piel, una balada
Con miel tostada y mi sol"

Si los recuerdos son malos, mejor recuperarlos acompañados de la lección que se aprendió, o sacar a relucir la batalla perdida si fue clave para ganar la guerra. Las estatuas que perduran en el tiempo nunca son de sal, a esas se las lleva el primer viento de la mañana. Ni siquiera podrían darnos el cambiazo con una de azúcar, como mínimo deberíamos exigir una de chocolate. Esa sería el avituallamiento perfecto para una travesía en el barco de Peter Pan. 

"Acuérdate de olvidarte de mi
(Nunca de mí)
No dejes que te oxide el porvenir
(El porvenir)"

En el cuaderno de bitácora de tan pintoresca embarcación contaría con un mapa muy sencillo (esta canción) un destino único (la Isla de Robinson) y un equipaje ligero (un verso y un acordeón). Estamos ante un cuento, lleno de fantasía y falto de fórmulas matemáticamente demostrables. Eso sí, con una moraleja muy cristalina: "No digas que no, porque sí". Se deberían exigir unas razones muy poderosas para negar la mayor, para torcer el gesto, para dar un paso atrás. Sin embargo, se deberían conceder las sonrisas, los saltos sin red y los asentimientos sin avales.

"Cuando quieras escapar
En el barco de Peter Pan
A las playas de Robinson
Con un verso y un acordeón"

Dedica siempre el tiempo necesario para recordar olvidarte de alguien. Alguien que mereciera al menos una estatua de chocolate, que te hubiera o te pudiera endulzar la existencia. Vas en el barco de Peter, puedes tirar por la borda a todos los corsarios sin Pedigree que te intentaron oxidar el porvenir. 

"No cuentes cuentas del rosario
De un corsario sin pedigree
No digas que no, porque sí"

¿Ya se terminó la copa y la orquesta sigue tocando? ¿No te olvidas de alguien? ¿Quizás es el Robinson que sabe tocar el acordeón que llevas de equipaje?  ¿Tienes unos versos que riman con Robinson? Pues ya es hora de demostrar el movimiento andando, y dejar que tu mente te siga cantando "No digas que no, porque sí".