Mostrando entradas con la etiqueta donde habita el olvido. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta donde habita el olvido. Mostrar todas las entradas

01 febrero 2011

Donde habita el olvido

El disco de 19 días y 500 noches es uno de los discos más aclamados por el público y la crítica de Joaquín Sabina. Llegando hasta el punto de afirmar, que desde entonces no ha vuelto a escribir otro que lo iguale en calidad. Quizá eso sea aventurarse demasiado, y sea demasiado frívolo afirmarlo tan a la ligera. En lo que no hay discusión, es en la calidad superlativa de ese disco. Lo cierto es que supuso un cambio bastante importante en la carrera musical, a mi parecer, fue aquí cuando la voz se le rompió del todo. Esto se puede comprobar fácilmente comparándolo con su inmediato predecesor “Yo, mi, me, conmigo”.

Como habréis podido adivinar, con esta comienzo de la entrada, voy a comentar una canción de ese magnífico disco: “Donde habita el olvido”. Un título muy poético para un autor que no lo es menos. Entra de lleno en ese terreno tan sabiniano como es el desamor, pero en esta ocasión en un punto más cruel todavía; el desamor inmediatamente después del amor, o lo que creíamos que era amor.
“Cuando se despertó,
no recordaba nada
de la noche anterior,
“demasiadas cervezas”,
dijo, al ver mi cabeza,
al lado de la suya, en la almohada…
y la besé otra vez,
pero ya no era ayer,
sino mañana.
Y un insolente sol,
como un ladrón, entró
por la ventana.”
Ahora que está de moda decir que no se cree en el amor, que estamos mejor solos, que no necesitamos a nadie; parece que los flechazos hubieran pasado de moda. El comienzo de la canción muestra de una manera muy gráfica y muy concisa, esa sensación incómoda del día siguiente. Parece que ese insolente sol que se se mete por la ventana, nos ciega de tal forma, que lo único que adivinamos a pensar es cómo marcharnos de “la escena del crimen” sin dejar rastro. Pasar del blanco al negro, algo que algunas veces es muy complejo, resulta pasmosamente fácil en estas situaciones. Mucha gente ha hecho de esto un arte, y no se comen la cabeza más de lo estrictamente necesario. El problema viene cuando uno de los dos no se resigna a dejar de pasar la ocasión de intentar algo más.
“El día que llegó
tenía ojeras malvas
y barro en el tacón,
desnudos, pero extraños,
nos vio, roto el engaño
de la noche, la cruda luz del alba.
Era la hora de huir
y se fue, sin decir:
“llámame un día”.
Desde el balcón, la vi
perderse, en el trajín
de la Gran Vía.”
En una frase Sabina consigue describir a la perfección esa situación tan opuesta, esos contrarios que tanto le gustan a él (como el vinagre y las rosas). “Desnudos, pero extraños”. Verdaderamente asombroso resulta ver como dos extraños llegan a verse en la situación de estar desnudos, uno delante del otro. Se supone que hay que alcanzar cierta complicidad para llegar hasta tal punto, también se pueden desnudar los sentimientos, y luego ser incapaces de darle continuidad a eso. Parece que corren malos tiempos para los románticos.
“La pupila archivó
un semáforo rojo,
una mochila, un peugeot
y aquellos ojos
miopes
y la sangre al galope
por mis venas
y una nube de arena
dentro del corazón
y esta racha de amor
sin apetito.
Los besos que perdí,
por no saber decir:
“te necesito”.”
También está el caso de perder esa oportunidad por ocultar nuestros sentimientos lo máximo posible, atendiendo a no se muy bien qué tipo de ataque de orgullo. Hemos llegado a un punto en el que decir “te quiero” es lo menos acertado. El miedo al compromiso se ha convertido en pánico, o lo que es peor, en enfermedad crónica. Desgraciadamente, tarde o temprano llegan los tan temidos remordimientos y la conciencia empieza a llamar a tu puerta (por muy blindada que la tengas). Es en esos momentos, cuando empiezas a echar cuentas de todos los besos que has perdido por no decir la maldita frase. Por mucho que pensemos que estas “rachas de amor sin apetito” son más que suficientes, lo cierto y verdad es que no. Pasa lo mismo que con la cerveza sin alcohol, la coca cola zero… en un momento dado pueden cumplir su cometido; pero nunca nos podrán dar lo que las “auténticas”.
“Y la vida siguió,
como siguen las cosas que no
tienen mucho sentido,
una vez me contó,
un amigo común, que la vio
donde habita el olvido.”
La cruda realidad, es que después de todo esto, la vida sigue su curso. Aunque, como diga Sabina, cada vez tenga menos sentido. Indirectamente, ese sentido se va perdiendo por culpa nuestra. Quizá sea por dejadez, o peor aún, por orgullo; por lo que vamos dejando de pasar oportunidades de oro. Como siempre, cuando queremos enmendarlo es demasiado tarde y sólo queda tiempo para el lamento. Pero Sabina muestra aquí ese orgullo del que os hablaba elevado a la máxima potencia, cuando dice que fue un amigo común el que le habló de ella. Es revelador comprobar como de puertas para fuera actuamos de una manera, aunque por dentro estemos pensando justamente lo contrario. 

Hay cosas que no se pueden borrar nunca de la memoria, y de vez en cuando florecen para recordarnos lo torpes que fuimos. Aunque muchas veces, de forma involuntaria, nos empeñemos en meter cada vez más gente en nuestro barrio particular del olvido; de vez en cuando toman el metro y se plantan delante de nuestras narices. Quizá para hacernos reflexionar, o peor aún, para que comprobemos que los que habitamos en el olvido somos nosotros.


19 marzo 2010

Sabina Versionado VII

Hoy como protagonistas de esta nueva entrega de la sección “Sabina Versionado” tenemos a un grupo muy especial. Es de esos conjuntos muy conocidos pero muy poco famosos; me explico, una gran cantidad de personas conocen su música  a pesar de no estar constantemente sonando en radios y televisiones.


Estoy hablando de La Fuga, un grupo que tiene la enorme virtud de que sus canciones puedan ser compañeras de repertorio de cualquier hit de discoteca. De hecho, casi todas las orquestas que tocan en las fiestas incluyen alguna de sus canciones en el repertorio, especialmente la de “Buscando en la basura”.

Eso mismo me ocurría a mí, conocía unas cuantas de sus canciones más emblemáticas pero no conocía al grupo en sí. Hace un tiempo ya que me detuve a escucharlos más en detalle, y cuál fue mi sorpresa que al escuchar uno de sus discos empezó a sonar una canción que conocía muy pero que muy bien. Al cuarto acorde ya la tenía totalmente identificada, se trataba de una de las privilegiadas canciones que conforma el cuasi-perfecto disco 19 días y 500 noches. Se trata de “Donde habita el olvido”.

Retomando el hilo de la canción mencionada anteriormente, “Buscando en la basura”, me gustaría anotar un par de detalles. Cuando hablo de Sabina como un maestro para muchos artistas no lo hago para añadir otro elogio más a la lista, lo hago con ciertos argumentos. Si os fijáis detenidamente, se ve claramente la influencia de “Así estoy yo sin ti” en su letra. Vaya por delante, que son canciones totalmente independientes, pero si que comparten un cierto aroma y un indudable éxito entre la gente.

Resulta asombroso ver la gran compatibilidad que tienen las canciones de Sabina con una enorme cantidad de grupos, cantantes, voces, estilos de tipos muy diversos. Esto tiene su reflejo también en la gran biodiversidad que existe en el mundo de los Sabineros. Personas que serían incapaces de compartir mesa ni de cruzarse más de media palabra,  pero que no tienen ningún problema en vibrar y saltar juntos en uno de sus conciertos.