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15 mayo 2024

El Madrid Sabinero


Pongamos que hablo de Madrid fue solamente el comienzo de la historia de Joaquín Sabina con la ciudad de Madrid. Hoy, 15 de Mayo, día de San Isidro es un buen momento para arrancar una ruta Sabinera por la ciudad.

Madrid ha sido el dulce hogar de Joaquín, primero en su piso de Tabernillas y más tarde en la Plaza de Tirso de Molina. Esa plaza es el origen de varios viajes amorosos, uno lo hacía en metro recorriendo las estaciones de Sol y Gran Vía hasta llegar a Tribunal. Y el otro implicaba saltar el charco hasta llegar a Gonzalez Catán.

A los miembros de la banda del Kung Fu te los podías encontrar de camino a Lavapiés o siendo llevados a la Quinta de Carabanchel, a veces solos y a acompañados por sus colegas de Aluche o Entrevías. Esos macarras de los años 80, embutidos en un ceñido pantalón, cuya historia a veces terminaba con un ingreso en ese hospital conocido como “El Piramidón”.

En la ribera del Manzanares nos hemos sentido tan extraños como un pato y al mismo tiempo los corazones atléticos se han infartado en más de una ocasión. Hemos comprado suerte en Doña Manolita y nos hemos acurrucado a la sombra de un León, profundamente enamorados de la Señá Cibeles.

Una visita al rastro los domingos puede ser para comprar carricoches de miga de pan o para comprobar como tus viudas malvenden los derechos de amor. En la Glorieta de Atocha puedes conocer a alguien especial cuando aprieta el frío y a la mañana siguiente se puede perder en el trajín de la Gran Vía. Pero si avanzas un poco más y llegas hasta la calle Preciados puede que te encuentres tocando la guitarra a un tal Adán.

Por Vallecas todavía alguien te hablará de Barbie Superestar, en la Avenida de Alberto Alcócer se mantiene el secreto de la doble vida de Doña Inés y Don Antonio y en Concha Espina Guillermina sigue disfrutando de su ático y su Volvo.

Hemos escuchado muchas veces “de Madrid al cielo”. Los Sabineros sabemos que un piso en Atocha no queda tan cerca del cielo, pero que ese mismo cielo se puede pisar en un vuelo regular y que esta ciudad se encuentra a mitad de camino entre el infierno y el cielo.

Somos conscientes de que aquí la vida es un metro a punto de partir y la muerte suele moverse en ambulancias blancas. En Madrid hay infinitos rincones en los que dejarse la vida, no olvidéis que en Antón Martín hay más bares que en toda Noruega y que al pirulí puede subir la imaginación.

Hemos llegado al final de esta ruta y solamente me queda decir que la mejor decisión que puedes tomar es bajarte en Atocha y quedarte en Madrid.

25 mayo 2023

Contra todo Pronóstico

Cuando era más joven me gustaba rebuscar entre las cintas de casette que había por casa, y entre ellas di con varias de un tal Sabina. Era tan joven que ni siquiera había hecho la Primera Comunión. Todavía no entendía ni la mitad de esas canciones, y sin saber muy bien el motivo me abracé a la palabra de aquel señor. Una de las canciones que más me gustaban era precisamente "Cuando era más joven", en especial la versión en directo del concierto con Viceversa del Teatro Salamanca. Casi tres décadas después estaba en pie escuchándolo por (pen) última vez arrancar un concierto justo con esa canción. Se cerraba el círculo, ya no soy tan joven, ya no soy creyente, pero me sobran los motivos para seguir comulgando con la Fe Sabinera. 

Dicen que la vida no se mide en minutos sino en momentos, a mi me gusta medirla en conciertos de Sabina. Hace unos días estuve repasando los 5 conciertos a los que asistí, y me ha gustado situar el contexto histórico de cada uno de ellos. Un concierto es una combinación de lo que hace Sabina sobre las tablas y de tus circunstancias, eso hace que en cada uno de ellos cantes una canción con más motivación que otra. Fue mi sexto concierto y mi primero al mismo tiempo. Este fue el concierto en el que por fin pude cantar Contigo de la mano de la chica con quien quiero hacer ese estribillo realidad.

Fue mi sexto, y fue su primero, y yo me sentía como si estuviera presentándole a un ser muy querido de mi familia. Sabiendo que las primeras impresiones son las que más pesan, estuve cruzando los dedos para que Joaquín cuajara una gran actuación. No me dejó en mal lugar, hizo el mejor repaso posible a su inmensa carrera y no faltó la canción preferida de ella, "Por el boulevard de los sueños rotos". Si quieren conocer su nombre busquen en la letra de esa canción. 

Cuando era más joven me gustaba también bastante la canción "Todos menos tú", me imaginaba cómo sería reunir a gente tan variopinta como la que aparece en esa letra. Años después comprobé que era la mejor definición del público que asiste a sus conciertos, especialmente el de Madrid. Pocos artistas hay tan transversales como el flaco, nadie consigue mayorías tan absolutas.

Ese público que se deja la voz celebrando la supervivencia de Sabina en "Lágrimas de Mármol", que sabe que hola y adiós es la respuesta correcta en "19 días y 500 noches", que sabe quién es la dueña de un corazón 5 estrellas, que conoce todos los trucos para vivir 100 años y que sabe que al lugar donde se ha sido feliz no se debe volver...salvo que sea a un concierto de Joaquín, allí hay que volver siempre. Aunque ya no sea creyente, contra todo pronóstico creo firmemente en la eternidad; Sabina es y será eterno. 


21 enero 2020

Se dejó el corazón en Madrid

Decían Gardel y Le Pera que 20 años no son nada, yo ayer hice una cuenta rápida y me salió que habían pasado justamente dos décadas desde la primera vez que vi a Joaquín Sabina en concierto. En aquella ocasión acudí al Auditorio Municipal de mi pueblo con mi papá y mi tata de la mano. El coche paterno había contribuido mucho a que las canciones de Sabina tuvieran un apartado en nuestro libro de familia.

20 años después me encontraba yendo de camino de nuevo a la llamada de Joaquín, esta vez subiendo a ese Metro a punto de partir que resulta ser la vida madrileña, de esas golondrinas en movimiento a las que los conciertos les hacen una foto fija. Un concierto actúa como un álbum de fotos, que te sirve para recordar las circunstancias en las que te encontrabas (tenemos memoria, tenemos amigos) cada vez que le gritabas a Sabina "dijo...¡Hola y Adiós!". En mi caso, 19 días y 500 Noches sería el pegamento que une todos mis recuerdos Sabineros. Al igual que para otros será Calle Melancolía, Princesa, Peces de Ciudad...

En esta ocasión los pájaros pudieron volar todo lo alto que quisieron, porque no hubo ataduras de presentación de ningún disco. Tal y como ellos mismos afirmaron, hicieron una retrospectiva de sus carreras, y cuando Serrat y Sabina hacen eso; el público asiste a una retrospección de su propias vida anónima, con una bandas sonora muy pública. Porque cuando sus voces hablan de Lucía, Princesa o Comala nuestras mentes comienzan a navegar y cada uno le pone sus apellidos y sus coordenadas.

Nunca había asistido a un concierto de Sabina en Madrid, hasta ahora me había movido por mis lugares de La Mancha y por sus cerros de Úbeda. Era una muesca que me faltaba en mi bombín, y ayer quedó marcada a fuego. Si más o menos tenía claro que esa noche Sabina se iba a bajar en Atocha, redondeó el recorrido por su invivible e insustituible ciudad, cobijándonos a todos "A La Sombra de un León". La preciosa música al piano de Bardagi y la quijotesca historia escrita por el maestro, arrancaron de nuevo las lágrimas de la diosa Cibeles.

Sabina nos tenía convencidos de que en Madrid el mar no se podía concebir, pero cuando Serrat empezó a cantar Mediterráneo os aseguro que allí empezó a oler a brea y jamás una larga noche de invierno (y menuda noche) estuvo tan azul. Los momentos álgidos de los conciertos se pueden medir en muchos decibelios cuando la gente se arranca a saltar, cantar y bailar, pero también cuando el silencio es absoluto. Esto ocurrió cuando Joan Manuel nos cantó las Nanas de la Cebolla, arrullando a 12.000 personas que por momentos fuimos el niño de Miguel Hernández. Nos trajo la luna cuando más preciso era.

"No hay dos sin tres", ese es el título de esta gira, que llevaba oculta una sorpresa. Porque fueron hasta tres las veces en las que se despidieron. Cuando puedes poner la guinda perfecta al concierto como un Mariachi del Tenampa coreando "Y nos dieron las diez", como un domador de circo a golpe de platillo y "Pastillas para no soñar" o como la gente de cien mil raleas que bajan la cuesta de la calle donde terminó la "Fiesta"... ¿Por qué no hacerlo de las tres formas?. Así lo hicieron, nos dieron pagana bendición a todos los asistentes y salimos de allí silbando sus melodías. Sabina lleva muchos años asegurándonos que siempre se le escapa el tranvía que lleva al Barrio de la Alegría. No le crean, ese barrio lo conoce muy bien, son sus conciertos.

Nos dijeron adiós, y el..."ojalá que volvamos a vernos" nos volvió a dejar el alma desnuda y abrazada a una duda. Reímos, lloramos, no sé si como lo hacía Chavela; pero el corazón sí, ese nos lo dejamos en Madrid. 


13 enero 2019

Domingo Sabinero en El Rastro


Hay varias actividades Sabineras que se pueden realizar en Madrid, una de ella es acudir al rastro, como en la canción "Con la frente marchita"; en busca del puesto de los carricoches de miga de pan. Esa ha sido mi tarea dominical de hoy, con el objetivo de encontrar algunos vinilos de Sabina, con los que poder alimentar mi recién estrenado tocadiscos. Aunque apretaba el frío, había un insolente Sol que invitaba a complementar bufanda con gafas de sol.

Tras recorrer la Ribera de Curtidores con paso lento, quizá sea el único día en el que se puede vivir sin prisas en Madrid, alcancé la "plaza de los cromos"; en la que se encontraban los vinilos, escoltados por cómics, revistas, películas y otros artículos ahora etiquetados como "vintage". Aquí el motor de búsqueda al que Amazon nos tiene acostumbrados no existe, aquí todo es "digital", pero en la acepción del término que implica que tienes que servirte de tu dedo índice para ir pasando los discos uno a uno. 

El objetivo se cumplió cuando en el abanico de elepés, asomó "El Hombre del Traje Gris" y acto seguido "Juez y parte" (las ventajas de que el vendedor los hubiera ordenado alfabeticamente). Resulta curioso pensar que el vinilo de "El Hombre del Traje Gris" vino al mundo unos pocos meses antes que yo, y que sería justo 30 años después cuando acabaría comprándolo. La mañana concluyó con otra actividad Sabinera, y es que el camino de vuelta a casa implicó coger el metro en Tirso de Molina y pasar por Gran Vía, Sol y Tribunal.

18 octubre 2018

El árbol de la música

Ismael Serrano abrió  el zaguán de su casa para invitar a más de 6000 familiares y amigos. Nos presentó el árbol genealógico de su carrera musical. Un árbol con profundas raíces, comenzando por su padre Rodolfo que le ponía los discos de Víctor Manuel cuando viajaban al norte; siguiendo por Miguel Ríos al que escuchaba desde su habitación en Vallecas, y no olvidándose de sus comienzos al lado de Javier Bergia. Un árbol con ramas tan fuertes como Pedro Guerra o Nach, ramas con tantas savia como las voces de Pasión Vega y Silvia Pérez Cruz. Un árbol que ha sido capaz de dar frutos tan dulces como Ro
zalén, Zahara, Andrés Suárez, Marwan o Fetén Fetén. 

En mitad del concierto nos recordó que quizá el motivo de que tendamos a preferir los primeros discos de los artistas, sea que realmente nos gustaría regresar al momento en que las escuchamos por primera vez. Las canciones vivas tienen efectos diferentes en en función del pasaje de tu propia historia en que la escuches. Consciente de ello, Ismael hizo que nuestra vida pasara ante nuestros oídos, relatando numerosos momentos claves de la vida de esos 6000 familiares y amigos que estábamos en el Palacio. Momentos a los que Ismael les ha ido poniendo la banda sonora. 

En el concierto nos dió una clase magistral de lo que significa la palabra generosidad. Por un lado, recordando a los grandes  que ya estaban como Silvio Rodríguez o Mercedes Sosa. Por el otro, tendiendo la mano a los grandes que vendrán como Rozalén o Marwan. También demostró que no siempre se cumple eso de que cuando se es joven los ideales los marca el corazón y progresivamente la cabeza los va tornando en sentido opuesto. 

Cuando la noche iba tocando a su fin tuvo lugar la celebración de una misa pagana, con su particular liturgia. En la primera lectura volvimos a escuchar la Carta del Apóstol Ismael a los Papás, ese reproche de juventud cuyo mensaje no ha perdido vigencia, hagan la prueba de cambiar los lugares y las fechas.  Poniéndose en el lugar del padre, procedió a la lectura del evangelio partisano, y demostró que para cantar Bella Ciao de forma creíble hace falta autoridad y principios.  Finalmente, consiguió que su parroquia se pusiera en pie, acudiera a La Llamada y pudiera marchar en paz dando gracias a la Música. 

22 junio 2018

Las arrugas de la voz

No siempre el quiero consigue ganar la guerra del puedo, y aunque el escenario pueda conseguir teñir las canas no hace lo propio con las arrugas de la voz. "Que no les engañen, envejecer es una mierda". Con esas sinceras palabras, Sabina alertaba al público que asistía a un nuevo concierto de los inconvenientes de seguir añadiendo decenas a sus cuarenta y diez. Fue en Madrid, ciudad en la que el niño de Úbeda nunca ha dejado de soñar que escribía, en cuyos rincones literalmente se ha ido dejando la vida. El último jirón de piel fue en el escenario del una vez llamado Palacio de los Deportes, y se llevó consigo la voz de Joaquín.

A veces es necesario ver al Martínez que se encuentra justo debajo del Sabina con bombín. Es peligroso que el mito nos impida ver al hombre, no se puede pretender que si Martínez está sufriendo en el escenario, Sabina pueda completar la tanda de bises. No es sencillo, ni para el propio Joaquín, que lleva casi una década intentando dejar claro que cada gira será la última. Ha tenido que negar el sobrenombre de "profeta del vicio", pero de todos esos vicios seguramente el más adictivo haya sido el de subirse al escenario para abrigar el corazón de infinidad de personas. Si al mito se le adora, al hombre hay que respetarlo y juzgarlo con honestidad. 

Ha habido mucho ruido estos días, un ruido escandaloso, porque la figura de Sabina es de tales dimensiones que nadie quiere desaprovechar la oportunidad de apuntarse tantos a su costa. Hemos tenido la ocasión de ver desfilar al torpe maletilla, al joven aprendiz de pintor, a la vecina que jamás saludaba, y como no, al crítico indignado que acusa; demasiado ruido. 

No olvidemos que esta gira arrancaba hace más de un año, que le ha dado la vuelta al mundo en varias ocasiones; y que en la inmensa mayoría de esos conciertos, desde el primer verso de "Lo niego todo" hasta que agarraba los platillos para despedirse recetando "Pastillas para no soñar", transcurrían dos horas y media. Esa es la medalla que le ha dado la vida, aunque de vez en cuando se le cruzasen hombres de traje gris. 

Dicho esto, también es justo dejar que Martínez agarre el tranvía que lo saque de "Calle Melancolía" cuando quiera. Y si en el barrio de la alegría ya no hay más escenarios, tendremos que ser nosotros los que sigamos silbando las melodías de Sabina. 

04 noviembre 2017

Caballo de cartón

Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal. Existen dos tipos de personas, los que leen esa secuencia sin más y los que la cantan. Si el Metro de Madrid tuviera un himno, esta canción de Joaquín Sabina sería una buena candidata. Se trata del primer Sabina, el más urbano, el que se podía permitir el lujo de frecuentar lugares públicos y retratarlos posteriormente con su Polaroid en forma de pluma. No solemos concebir que una rutina pueda ser bella, suele traer connotaciones negativas en la mayoría de los casos. Pero con la melodía adecuada y las palabras en su orden, todo resulta más hermoso.

"Cada mañana bostezas, 
amenazas al despertador 
y te levantas gruñendo 
cuando todavía duerme el sol, 
mínima tregua en el bar, 
café con dos de azúcar y croissant, 
el metro huele a podrido, 
carne de cañón y soledad."

En la primera estrofa ya nos ha cantado como la amazona de su particular caballo de cartón inicia un nuevo día. Ese despertador que canta artificialmente un par de horas antes de que lo haga el gallo, una leve concesión a la que debería ser la comida más importante del día y el primer pie que entra en el mundo suburbano.

A ciertas horas de la mañana, resulta bastante común la ausencia de ganas de hablar con la gente; pero el trayecto en metro al trabajo se suele alargar lo suficiente como para buscar entretenimiento observando alrededor. Varios personajes habituales del vagón de la línea 1 quedan retratados en este relato también, para mayor o menor gloria de cada cual. Curiosamente, hay ciertos desconocidos que acaban convirtiéndose en una referencia de tu trayecto al trabajo. Personas que te recuerdan que es martes, que deberías calzarte más a menudo las deportivas o que en comparación, sitúan tu estilismo en la pasarela Cibeles o hacen que tu vestuario desprenda olor a naftalina.


"Que buena estás corazón, 
cuando pasas grita el albañil 
el obseso del vagón se toca mientras piensa en tí, 
la voz de tu jefe brama 
“estas no son horas de llegar” 
mientras tus manos archivan tu mente empieza a navegar."

Hay ciertas horas que son bisagra, en las que el desayuno resulta ser el punto en común del que empieza una nueva jornada y al que se le alargó la del día anterior. Los versos que mejor definen una estampa típica del metro son “danza de trajes sin cuerpo, al obsceno ritmo del vagón”. Ese movimiento rectilíneo, pero no uniforme, al que todos nos adaptamos (algunos controlando con más pericia que otro los frenazos y las curvas). Esa inercia con la que muchos avanzan por sus pasillos, aunque todavía su mente no se haya quitado el pijama.
"Ambiguas horas que mezclan al borracho y al madrugador, 
danza de trajes sin cuerpo al obsceno ritmo del vagón, 
hace siglos que pensaron: 
“las cosas mañana irán mejor” 
es pronto para el deseo y muy tarde para el amor."

Es muy notorio el contraste que se produce entre las estrofas y el estribillo. Las primeras nos van relatando un episodio marmotesco con pocas emociones fuertes. Culmina la historia intentando dejar para mañana lo que no debas soñar hoy, quedándose en un punto en el que siempre es demasiado pronto o demasiado tarde.  A cambio el estribillo arroja un halo de luz y propone un viaje a caballo. Un viaje a caballo de cartón, como ese niño pequeño que sale corriendo de la escuela y se alegra de que lo estén esperando en la puerta. Si a los niños les encanta que al salir de la escuela les estén esperando en la puerta con la merienda; de adultos también se agradece que alguien le endulce la tarde.

"Tirso de Molina, Sol, Gran Vía, Tribunal, 
¿Dónde queda tu oficina para irte a buscar? 
Cuando la ciudad pinte sus labios de neón 
subirás en mi caballo de cartón. 
Me podrán robar tus días… tus noches no."

El verso final de la canción no deja de ser una metáfora estupenda de lo que es la vida cotidiana para la mayoría. En cierto modo, vendemos nuestros días para poder disfrutar de nuestras noches. A fin de cuentas, las grandes fiestas siempre pasan por la noche; y las peores resacas se sufren por la mañana.

09 septiembre 2017

Yo me bajo en Atocha

Probablemente todavía Sabina siga sin poder explicarse como una canción en la que criticaba a Madrid, pudo convertirse en himno de la ciudad. Pongamos que hablo de Madrid fue uno de las primeros conejos que se sacó del bombín, y durante muchos años fue imprescindible en sus conciertos. Cuando el siglo XX, cansado, se acercaba ya a su fin, Joaquín volvió a regalarle a la capital del reino otra declaración de amor/odio. Quizá en el lugar dónde empezó todo, bajándose de uno de esos sucios trenes que iban hacia el norte, en la estación de Atocha. Estoy seguro que una parte significativa de los habitantes de la ciudad comparten esa estampa. Distintas épocas, algunos con maletas de madera y una gallina bajo el brazo, y otros con maletas de ruedas llena de tuppers maternos. 


 Con su boina calada, con sus guantes de seda, 
su sirena varada, sus fiestas de guardar, 

su vuelva usted mañana, su sálvese quien pueda,
 
 su partidita de mus, su fulanita de tal. 


 Maternos, detengámonos un segundo aquí, porque no es casualidad que Madre y Madrid compartan casi al completo su etimología. La ciudad es una madre, de una familia muy numerosa para más señas, en la que los miembros son muy variopintos. Pocos de ellos son oriundos de la capital, y poco importa para ser sinceros. Con el paso del tiempo, aunque sigan negando ser madrileños, acaban adoptando las costumbres que ella les va inculcando; tanto las buenas como las malas.


 Con su todo es ahora, con su nada es eterno,
 
 con su rap y su chotis, con su okupa y su skin,
 
 aunque muera el verano y tenga prisa el invierno
 
 la primavera sabe que la espero en Madrid. 



A una madre de vez en cuando se le pone mala cara, sobre todo en los primeros años cuando te coloca el plato de acelgas en la mesa; y te asegura que ahí seguirá hasta la cena si se te pasa por la cabeza esquivarlo. Esas acelgas también te las sirve Madrid, en un poblado catering que se extiende por la M-30; y también te asegura un menú parecido si te intentas escapar por la M-40. Con el paso del tiempo, se va asumiendo como un mal necesario y un tema recurrente para conversar en el ascensor.


 Con su hoguera de nieve, su verbena y su duelo,
 
 su dieciocho de julio, su catorce de abril.
 
 A mitad de camino entre el infierno y el cielo
 
yo me bajo en Atocha, yo me quedo en Madrid. 


 Algunas madres también han vivido la guerra, y eso condiciona su actitud ante la vida y sus reacciones ante determinados acontecimientos. Aunque de aquellos tiempos sólo tenemos documentos en blanco y negro, todavía hay demasiados amagos de darles color. Algo positivo si se hace con el propósito de enmienda, algo peligroso si se repiten los mismos pasos con distintos zapatos. Esta madre vio como dos hermanos, uno que cumplía años el 18 de Julio y otro que hacía lo propio el 14 de Abril, acabaron enfrentándose en distintas trincheras a pesar de haber comido cocido del mismo puchero.




 Con su otoño Velázquez, con su Torre Picasso, 
 su santo y su torero, su Atleti, su Borbón, 
 sus gordas de Botero, sus hoteles de paso, 
 su taleguito de hash, sus abuelitos al sol. 


 A una madre también se le niegan de vez en cuando manifestaciones públicas de amor, por culpa de
esa ridícula vergüenza. Algo de esto ocurre con Madrid, se le niegan muchas de sus virtudes y no se repara en críticas con sus defectos. Se le pide un plato caliente para cada vez más comensales (y más exigentes) y al mismo tiempo no se le perdona que no esté siempre vestida de manera impecable. Lo cierto es que, de puertas para dentro, y con la perspectiva analítica de los años se ven más grandes las cuentas del haber que las del debe.


 Corte de los Milagros, Virgen de la Almudena, 
 chabolas de uralita, Palacio de Cristal, 
 con su "no pasarán" con sus "vivan las caenas", 
 su cementerio civil, su banda municipal 


Una madre tiene acceso exclusivo a la varita que usa cuando se pone el traje de hada madrina y te deja con un palmo de narices. Madrid no tiene una Torre Eiffel ni un Big Ben, pero de repente Sabina te invita a pasear por El Retiro en otoño, y te encantaría parar el tiempo frente al Palacio de Cristal; o te presenta a la señá Cibeles y sueñas con dormirte a la sombra de un león. Galdós dijo que Madrid era un "poblachón manchego", curioso contraste para una gran urbe; y yo que vengo de uno (cuyo vino financió parte de la Puerta de Alcalá), puedo asegurar que el escritor canario estaba en lo cierto. A pesar de que a priori se podría pensar que no las tiene, la ciudad conserva sus raíces en numerosos rincones.


 He llorado en Venecia, me he perdido en Manhattan,
 he crecido en La Habana, he sido un paria en París,
México me atormenta, Buenos Aires me mata,
pero siempre hay un tren que desemboca en Madrid,
 pero siempre hay un niño que envejece en Madrid,
 pero siempre hay un coche que derrapa en Madrid,
 pero siempre hay un fuego que se enciende en Madrid,
 pero siempre hay un barco que naufraga en Madrid,
 pero siempre hay un sueño que despierta en Madrid,
pero siempre hay un vuelo de regreso a Madrid. 


 Una madre también es la primera en darse cuenta cuando su hijo está enamorado. Esa ley no escrita, pero si jaleada en los patios del colegio, de "los que se pelean se desean" probablemente encierre la fórmula secreta de Madrid. Muchos de sus residentes no pierden ocasión de atizarle sin piedad, pero conscientes de que esa ciudad invivible es también insustituible en sus vidas. A veces es necesario transitar por diversas ciudades y países, para poder llamar "mi casa" a Madrid con conocimiento de causa. Llevando el tema de los contrastes al límite, mientras hay gente que se moriría en Madrid, también hay quién volvió a nacer el primer día que la pisó.

17 mayo 2009

Medalla de oro de la Ciudad de Madrid


Dicen que lo mejor del amor es cuando es recíproco, y en este caso tenemos un gran ejemplo de esta situación. Joaquín Sabina, ese madrileño andaluz, que ama a Madrid sobre todas las cosas ha recibido la mayor distinción posible que la capital le podía brindar, la medalla de oro de la ciudad.


En mi situación personal este año se ha producido un hecho insólito, y es que Madrid ha juntado a dos de mis ídolos, ya que otro galardonado ha sido Raúl González Blanco; otro ejemplo de lealtad y amor a unos colores y a una ciudad. No podían haber estado más acertados, así que enhorabuena señor Gallardón. Los otros dos galardonados fueron el torero Jose Tomás (debilidad de Joaquín Sabina y de casi todos los aficionados al toreo) y Paloma O'Shea.

El primer edil dijo de todos ellos que "se trata de cuatro ejemplos de vida que han puesto como objetivo la excelencia y que han aspirado a superar los retos más altos, plantando la simiente de la constancia y la superación".

Más concretamente de Raúl dijo que "no necesita apellidos, es simplemente Raúl. Representa el coraje del deporte, la inteligencia y la estrategia en el juego, y el espíritu caballeresco del Real Madrid".

Mientras que de Joaquín destacó que "arrebatado por Madrid al pueblo jienense es cantante, poeta y sobre todo, uno de los mejores retratistas de la ciudad. Se trata de un hombre de mil máscaras, que continúa la tradición de la bohemia y que ha sabido simbolizar en una canción como 'Pongamos que hablo de Madrid' su amor a la capital de España".

El propio Joaquín destacó en su discurso lo siguiente “Alguien que viene de fuera y se baja en la estacion de atocha con su maleta de cartón y con su boina en el alma como era el niño de provincias que yo fui que soñaba con conquistar una ciduad que es tan facil de conquistar porque te deja empezar a ser madrileño en el mismo segundo en que pones el pie en la estación de atocha, y te bajas en atocha y te quedas en Madrid”. Además bromeó diciendo que "por una medalla de Madrid merece la pena hasta madrugar" y definió a la ciudad como "el mapa del deseo, el terreno de sueños entre Babilonia y el Paraíso terrenal"